Según la Administración Nacional Oceánica y Atmosféric (NOAA), desde el año pasado a finales de diciembre, 23 ballenas fallecieron y llegaron a la costa de Estados Unidos, solo en los primeros tres meses del 2023 se registraron 13 muertes.

El último deceso se registró en la península de Rockaway, en Nueva York, en febrero de este año. Aunque esta anomalía no es nueva, hay algunas circunstancias que tienen preocupadas a las autoridades, como el ritmo en que se han presentado las muertes. La mayoría de mamíferos afectados han sido las ballenas jorobadas.

Pero ¿Por qué está sucediendo esto? 

Algunos científicos creen que se trata de una unión de factores, puesto que los exámenes post mortem que ha conducido la NOAA, sugieren que la mayoría son causados por colisiones con embarcaciones.

Existe otra hipótesis en la que miembros de la comunidad prendieron las alarmas hace unos meses, ya que la racha ha coincidido con trabajos que se han realizado en la instalación de una docena de parques eólicos offshore, donde el ruido ocasionado por las empresas para cartografiar el fondo oceánico y el muestreo de rocas del lecho marino, podrían estar contribuyendo a los decesos.

Ante las suposiciones de la comunidad, Benjamin Laws, jefe adjunto de permisos y conservación de la Oficina de Recursos Protegidos de Pesca de la NOAA, declaró: “No hay información que demuestre que los equipos utilizados para el desarrollo de la energía eólica marina puedan provocar directamente la muerte de una ballena. No se conocen conexiones entre ninguna actividad eólica marina”.

Lo que si es cierto, es que a más de la mitad de los cetáceos encontrados, los investigadores no pudieron determinar la causa definitiva de su muerte, en algunos casos, los cuerpos están demasiado descompuestos o haber muerto por infecciones y bacterias difíciles de detectar.